La declaración ante la OIE de los brotes de agalaxia contagiosa en los rebaños de ovino y caprino es obligatoria, y por tanto los registros de esta organización internacional que gestiona la salud animal deben reflejar cualquier incidencia que se produzca en relación con esta enfermedad. En el año 2016, en concreto, no se ha declarado ante este organismo ningún caso en ninguno de los países de la UE donde la cabaña de estas especies es importante, por lo que la conclusión oficial es pensar que no ha habido ningún contagio y que la cabaña del continente está libre. Una situación que no parece corresponderse con la realidad, a tenor de la información que se transmite desde el propio sector y que se maneja en grupos de productores y congresos o reuniones internacionales especializadas.
Esta aparente contradicción o desequilibrio entre la realidad y la ‘oficialidad’, además, no es nueva, sino que si se observan las declaraciones de brotes presentadas por los distintos países en los últimos años parece que se viene repitiendo desde hace varios años.
Francia, que se ha considerado un país modélico en la gestión de esta patología, declaró el último foco en 2010 y a partir de entonces se limita a reconocer que la enfermedad está presente, pero sin que existan datos cuantitativos que permitan conocer su incidencia real.
Italia no ha declarado ningún foco en 2016. Declaró 26 focos en el primer semestre de 2015 y ninguno en el segundo. En 2014 declaró 27 focos y en 2013 había declarado 73 focos.
Grecia, por su parte, tampoco ha declarado nada en 2016, reconoció 38 focos en 2015, 2 focos en 2014, ninguno en 2013, 8 en 2012, 16 en 2011 y 328 en 2010.
Rumania, por su parte, se limita en los últimos tres años a a reconocer que la enfermedad está presente, pero sin que existan datos cuantitativos que permitan conocer su incidencia real; algo parecido a lo que sucede en Bulgaría.
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