Neiker inició, junto al Gobierno Vasco a principios de los años 80, un trabajo centrado en el control sanitario de la cabaña ganadera, interviniendo sobre enfermedades como la agalaxia, la brucelosis o la tuberculosis. De manera paralela, se sentaron las bases del programa de mejora genética de la oveja Latxa, con la implantación del control lechero en 1982. Esta herramienta permitió valorar la producción individual de leche por campaña, lo que dio paso a un sistema de selección basado en datos objetivos y permitió orientar el desarrollo posterior del programa.
La introducción de la inseminación artificial en 1984 supuso un punto de inflexión, permitiendo multiplicar la difusión del material genético de los mejores machos a las mejores ovejas de los rebaños y de este modo mejorar la población. “La inseminación artificial ha sido esencial para avanzar en la mejora genética de la Latxa y consolidar un sistema que responde directamente a las prioridades del sector”, señala Itsasne Granado Tajada, investigadora de Neiker.
A través de esta herramienta, también fue posible seleccionar animales con mayor resistencia genética al scrapie, una enfermedad neurodegenerativa que afecta al sistema nervioso del ganado ovino, en especial en el caso de los machos utilizados en los centros de inseminación.
Durante las primeras décadas, el programa se centró en incrementar la producción lechera, que ha mejorado hasta 100 litros producidos por oveja a lo largo de una lactación. Después, se incorporaron nuevas valoraciones funcionales, como el contenido en grasa y proteína de la leche, directamente relacionado con el rendimiento quesero, y la morfología de la ubre, cuyos aspectos, como la inserción y la profundidad o la orientación y tamaño del pezón, afectan tanto a la sanidad mamaria como al ordeño mecánico.
Estas líneas de trabajo se han mantenido activas y se han ampliado con otras como la nutrición, en la que se trata de optimizar el uso de los recursos locales (pastos y forrajes) o la suplementación ofrecida a los animales (piensos) y se evalúan distintos aditivos y subproductos con impacto en la producción de leche y carne. También se ha trabajado en protocolos para medir el bienestar animal en los rebaños comerciales. Además, desde 2013 en el rebaño de NEIKER, aplicamos un sistema de pastoreo rotacional que permite estudiar a largo plazo su efecto sobre el secuestro de carbono, la salud del suelo y el equilibrio del ecosistema.
En la actualidad, el programa de mejora incorpora nuevas líneas de investigación centradas en la sostenibilidad y la adaptación al cambio climático. Dentro de esta estrategia, se estudian caracteres como la termotolerancia, la longevidad funcional y la reducción de emisiones de metano de origen entérico. Aunque se encuentran en fase de evaluación, estos estudios marcan las líneas prioritarias de cara a una mejora genética orientada a la resiliencia del sistema productivo.
Otro de los desafíos actuales es el relevo generacional en el sector ovino. “Estamos explorando herramientas tecnológicas que faciliten el manejo, como vallados virtuales o sistemas de monitorización del estado de los animales, para contribuir a que el trabajo ganadero resulte más accesible a quienes se incorporen en el futuro”, indica Itsasne Granado Tajada.
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