Las bonificaciones y penalizaciones que suelen aplicarse en la factura final que percibe el ganadero de leche de oveja, como también ocurre en otros sectores lácteos, es la principal responsable de las diferencias que pueden generarse en la cotización percibida por los ganaderos que venden a las miamas industrias. Aunque la mayor parte del montante global está constituido por el precio base, estas bonificaciones, o en el peor caso penalizaciones, pueden tener una influencia más o menos importante en la factura final.
Además, la situación que se está viviendo en el inicio de este año 2020 en el mercado de la leche de oveja de Castilla y León, principal comunidad autónoma productora de ovino lechero en España, provoca que algunas industrias lácteas estén apostando más por este sistema para aumentar el precio final en un contexto de subidas generalizadas en el mercado.
Así, desde el sector productor se señalan casos en los que un ganadero puede llegar a tener un máximo de 0,06 euros (10 pesetas) por litro, teniendo en cuenta las primas por volumen -aspecto que suele ayudar a las industrias a reducir los costes de recogida de la leche- y las primas por calidad de leche, especialmente de bacteriología y células somáticas. Aunque las condiciones para esos 0,06 euros añadidos por litro son especialmente difíciles de cumplir, lo cierto es que puede suponer todo un beneficio para los escasos productores que cumplen con altos estándares de calidad.
Por norma general, en el mercado de 2020 subirán algo las bonificaciones, y lo cierto es que en igual proporción las penalizaciones, que se sitúan entre volumen y calidad en torno a unos 0,036 euros (6 pesetas) por litro en la mayor parte de los contratos.
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